No podemos hablar de Grafología sin calificarla como una ciencia controvertida, eso sí, sin dejar de ser ciencia. Así se consideró allá por el siglo XIX, cuando el abate Michon fundó sus bases científicas poniendo una primera piedra con la creación de la Sociedad Francesa de Grafología. La evolución de los estudios grafológicos hasta ese momento habían formado parte del oscurantismo pero, desde entonces hasta hoy, las investigaciones y progresos en este campo han ido abriendo puertas y dando luz a la credibilidad y a la prestancia empírica del signo gráfico, como signo auténtico e irrepetible, señal de identidad, sello distintivo único de la personalidad, tal y como puede serlo una huella dactilar. Pese a muchos críticos, que lo son básicamente por desconocimiento, la Grafología ha dejado de ser una pseudociencia para no sólo calificarse sino también aplicarse de forma efectiva como una ciencia razonada, palpable y comprobable, con resultados objetivos y constatables.

Prueba de lo anterior es el hecho de que muchas asociaciones profesionales de grafólogos hayan adoptado, en sus códigos deontológicos, reglas de exclusión de toda práctica relacionada con las ciencias adivinatorias y el ocultismo, que puedan resultar perjudiciales para el prestigio científico de la Grafología. La salvaguarda de la profesión de grafólogo como científico es absoluta, y el grafólogo mismo debe ser consciente de ello.

Otra prueba de esta realidad científica es el hecho de que las multinacionales más importantes del planeta estén incorporando a sus procesos de selección, este tipo de test proyectivo grafológico. Ejemplos tales como Coca-Cola, Kodak, Gas Natural o Burger King avalan con garantías los resultados psicológicos que arroja el análisis de la escritura.

Según un estudio publicado en The Wall Street Journal, en Francia, el 90% de las empresas utilizan la Grafología como prueba grafológica clave en sus filtros selectivos.

Sin duda, es infalible como filtro inicial, ante una avalancha numerosa de solicitudes en forma de cartas de presentación. El grafólogo es capaz de clasificar con agilidad las cartas en tres grupos: A, B, y C.

  • 1. En el grupo A, agrupará las escrituras armónicas significativas de estabilidad emocional, propias de personas normales y no conflictivas, que además cumplan los requisitos del perfil profesional solicitado.
  • 2. En el grupo B, seleccionará aquellas que, aún sin cumplir los requisitos del perfil que se busca, no son descartables por su personalidad equilibrada y honestidad en general.
  • 3. Y en el grupo C, se incluirán los perfiles con posibles patologías, alteraciones emocionales o dificultades serias de adaptación.

La característica principal es la agilidad para resolver, con apenas un simple vistazo infalible, lo que sólo se conseguiría con una amplia y costosa batería de test. Aún así, muchas empresas son reticentes a utilizar esta técnica proyectiva, basándose y anclándose en las antiguas creencias ya mencionadas, quedándose con el prejuicio, sin ni siquiera intentar conocer para formar un juicio propio. Afortunadamente, este anclaje en el conservadurismo, esta incapacidad para avanzar y madurar, es ya propia de pocas empresas y, cada vez más, la ciencia grafológica se ve avalada, como prueba factible, por el éxito profesional de las grandes.

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